miércoles, 29 de abril de 2009
¿El fin de la 'globalización'?
domingo, 26 de abril de 2009
La lenta corrección
sábado, 25 de abril de 2009
Biocombustible 85%: ¿qué viene después?
jueves, 23 de abril de 2009
El orden económico no es importante
lunes, 20 de abril de 2009
¿Una crítica al ministro o es más bien algo personal?
También pueden entrar al blog del Profesor Gaviria,
http://agaviria.blogspot.com
domingo, 19 de abril de 2009
Súper Interesante
viernes, 17 de abril de 2009
Un pequeño cambio de gafas: la "Ordnungsökonomik" o economía del orden
La teoría del equilibrio general considera al mercado como una interacción de fuerzas. En "Elementos de economía política pura", Walras se enfoca en la parte "pura" de ésta interacción, es decir, en la parte sin fricciones, en la interacción sin costos de transacción. La existencia de costos de transacción en el intercambio, y cómo lidiar con ellos ha sido objeto de estudio dentro de la misma corriente neoclásica, y por eso no me enfocaré en ese aspecto. El punto relevante acá será, en cambio, el conjunto de reglas bajo las cuales se realiza el intercambio. ¿Qué pasaría si en el modelo de interacambio puro un individuo en vez de intercambiar sus dotaciones con el otro, lo matara y le robara todo, obteniendo así al final un beneficio mayor? ¿Qué impide que ésto suceda? Alguién respondería: pues que existe un marco institucional dado, que impide que esto suceda; Claro, existe un Orden, y en escenarios económicos mas específicos existe un Orden económico, y ese será nuestro objeto de discusión.
Para explicar el orden económico resulta muy útil la interpretación del mercado como un juego (Catalaxia) planteada por Hayek. En un juego, así como en el mercado, se pueden identificar dos niveles: el nivel constitucional y el nivel subconstitucional; en el nivel subconstitucional, los jugadores crean estrategias, y deciden cómo actuar libremente, dadas unas reglas que restringen su actuar. Por ejemplo, en una partida de ajedrez cada jugador crea sus estrategias y toma sus decisiones de cómo jugar, pero ésto restringido por un conjunto de reglas que determinan cómo se pueden mover las diferentes fichas. En el nivel constitucional, los involucrados en el juego negocian y establecen las reglas. En nuestro ejemplo del juego de ajedrez, si dos personas están jugando y ambos consideran que los peones no solo se deberían poder mover una casilla sino 4, ambos podrían acordar cambiar las reglas del juego (esto sería en el nivel constitucional) y luego modificar sus estrategias y tomar las mejores decisiones (en el nivel subconstitucional).
En el nivel subconstitucional del mercado, los individuos deciden qué bienes ofrecer, qué bienes comprar, cuánto de cada uno, etc., dadas las reglas existentes, y en el nivel constitucional se decide qué reglas van a regir al intercambio, en otras palabras, se establece el Orden económico. Claramente, entre mas individuos haya en un juego, mas dificil será llegar a un acuerdo en el nivel constitucional, pero esto es un aspecto que no discutiré acá. El punto es que, es posible crear y modificar las reglas que restringen al intercambio, es decir, es posible modificar el Orden económico. Ahora, ¿Con qué fin? Con el fin de conseguir un orden económico que, dadas las libres decisiones de los individuos, permita unos resultados socialmente deseables. Ésta es la "ordnungsökonomik" o economía del orden: Buscar un Orden económico que permita que los resultados de la interacción económica sea socialmente deseable. Dicho en otras la palabras, la economía del orden busca un orden económico óptimo, y no una asignación de recursos óptima.
Éste es el punto clave de la discusión. Para la economía del orden, la solución a las fallas del mercado no se logra por medio de la intervención, sino del cambio en el orden económico. Desde éste punto de vista, si se quiere alcanzar un resultado socialmente óptimo de las interacciones en el mercado, la solución no es realizar una reasignación de las dotaciones iniciales por medio de transferencias de suma fija, sino crear un conjunto de reglas que haga que desde un comienzo las dotaciones iniciales sean aquellas que permitan un resultado socialmente deseable, sin necesidad de realizar la transferencia. Dicho de otro modo, la economía del orden busca moldear el mercado, de tal forma que los resultados sean los deseados. El énfasis de la economía del orden no es la escasez de los recursos, sino los beneficios del intercambio, que se pueden aumentar para todos por medio de reglas.
Llevemos este cortísimo resumen de la economía del orden a Colombia. Cada país tiene su propio Orden Económico, que surge tras un proceso político, que no es perfecto y que presenta problemas de principal agente, que son tenidos en cuenta en las teorías de la elección pública. Entonces, ¿Qué tan beneficioso sería para Colombia ver la economía de ésta manera? es decir, ¿qué tanto sentido tendría hacer análisis económicos donde las reglas dejen de ser factores exógenos?¿Qué tanto sentido tendría dejar de buscar dónde intervenir, y empezar a buscar dónde cambiar las reglas de juego? ¿Qué tan importante es el hecho que el Estado no tiene ni la información ni los medios para hacer cumplir las reglas a cada momento, en cada sitio? ¿Qué tan importante es que Colombia sea un país, como se oye normalmente en las calles y sobretodo en las panaderías, en el que "las reglas son para romperlas", "de avivatos en el que nadie cumple las reglas", y en el que "la justicia cojea pero llega"?
Espero que este pequeño cambio de gafas no nos haya hecho ver muy borroso, y que las preguntas planteadas sirvan para discusión.
miércoles, 15 de abril de 2009
martes, 14 de abril de 2009
El fin del 230, la 'descentralización educativa'
domingo, 12 de abril de 2009
El "impuesto escondido a la gasolina"
viernes, 10 de abril de 2009
¿Deberían los ricos pagar impuestos más altos?
jueves, 9 de abril de 2009
Colombia desafía la curva de Kuznets
Una reflexión sobre el multiplicador del gasto
Las recomendaciones de aumento del gasto público deben leerse con cautela
Como ahora está de moda escribir en Internet, y como el tema de moda es la crisis, vale la pena detenerse un momento a examinar una pregunta de interés: ¿Cuál es la magnitud del multiplicador del gasto?
De seguro todos los que tenemos la suerte (o la deshonra, a juicio de algunos) de haber estudiado algo de economía, no olvidamos aquella lección en la que nos dijeron: Un incremento en el gasto público lleva a un incremento más que proporcional en el producto interno bruto. Y tampoco olvidamos los ejemplos: La recuperación de Estados Unidos después de la gran depresión, mediante una política de gasto público que alcanza su cima en la segunda Guerra Mundial; la expansión de la economía alemana antes de la misma guerra mediante una política agresiva de gasto público, y la subsecuente aplicación de esta política mediante varios gobiernos.
Ahora, con la crisis resulta que todos somos keynesianos, y si alguien nos pregunta cual es una solución de corto plazo a la crisis, respondemos sin dudar: construyamos puentes, represas, gastemos sin consideración. No importa si el déficit fiscal no es sostenible, no importa si se produce un desplazamiento del sector privado, ahora hay que gastar para salir de la recesión.
Por convincente que parezcan los ejemplos, y por convincente que haya parecido el argumento en la clase de economía, hay que ser cuidadoso al aplicar la lección al momento de diseñar o recomendar política económica. No hay que olvidar que, si se usan mal, es fácil mentir con las matemáticas y afirmar que el multiplicador del gasto puede ser extraordinario, o mentir con la estadística y decir que si my vecino tiene dos carros y yo no tengo, entonces ambos tenemos uno. Los economistas tenemos una tendencia a sobre simplificar las cosas, que nos puede llevar a conclusiones erróneas.
En un reciente artículo, Robert Barro cuestiona los cálculos del multiplicador del gasto, afirmando que no hay razón alguna para que el equipo económico del presidente Obama trabaje con un multiplicador de 1.5, si al estimar el multiplicador del gasto militar para los últimos episodios de guerra de los Estados Unidos, este multiplicador es de 0.8. Y hay menos razón para que se trabaje con esta cifra si, cuando el autor estima el multiplicador del gasto para tiempos de paz, obtiene un número estadísticamente no significativo.
Otro estudio reciente, citado por Gregory Mankiw y hecho por David y Cristina Romer estima que el multiplicador asociado a una reducción de impuestos es aproximadamente de 3. La conclusión de Mankiw es “you need to go beyond the standard Keynesian model to understand the short-run effects of fiscal policy.”
Los economistas estamos equipados con una asombrosa cantidad de herramientas para examinar los efectos de las políticas públicas. Casarse con una única doctrina, con un solo modelo, es, más que desaprovechamiento, ignorancia. Tenemos suerte al estar en un debate permanente, que puede abrirnos los ojos para ver más claramente los problemas y tomar mejores decisiones.