viernes, 23 de enero de 2015

Ser pilo paga... ¿quién debe pagar?

Si bien hay que reconocer el compromiso del Ministerio de Educación en realizar una gran revolución en las universidades privadas con esta gran inyección de dinero, vale la pena pensar un poco más el tema. En particular, ¿qué ocurre si un estudiante no termina la U?

Si bien suena muy bonito una carrera "regalada", la deuda en caso de un evento inesperado puede ser muy alta, enterrando para siempre los sueños de muchos hogares*. ¿Por qué pensar en los malos escenarios? Sencillamente porque es más probable que los pobres sean afectados por estos "choques" que el estudiante promedio de una Universidad privada de élite. Por ejemplo, que los papás se queden sin trabajo, o sufran un accidente que los deje con limitaciones para trabajar, etc; y por el hecho de ser pobres, no tienen acceso a servicios de aseguramiento. En otras palabras, queremos que los "pilos" se expongan a los mismos riesgos que las familias adineradas, pero sin la misma capacidad de aseguramiento. El gobierno sabe que el riesgo de deserción es alto**, ¿debería pensarse algo  para mitigar el mismo? De todas formas, los hogares son pilos y seguramente el programa no será tan re-distributivo como se quisiera: a pesar del excesivo optimismo y confianza, seguramente la capacidad para asumir un riesgo seguirá siendo una barrera importante.

Es un buen negocio patrocinar a los estudiantes buenos, por tal motivo esto quizás debería haberse pensado en un esquema similar al de Lumni con alguna fórmula extra para mitigar el riesgo de deserción. Bajo este sistema el financiador podría compartir parte de los beneficios pero también el riesgo del estudiante y su familia. En resumen, si al estudiante le va bien, puede repagar una buena suma; si le va mal, no paga. Con ello parte de los recursos podrían utilizarse en mitigar el riesgo de los hogares más pobres  o en tratar de mejorar los resultados de los estudiantes "no tan pilos", que probablemente necesitarán más una mano para mantener a sus familias en unos años que los beneficiarios del programa.

A título personal, el programa es un paso valiente en la dirección correcta: la educación superior de calidad debe ser racionada por el potencial intelectual y no por el tamaño de la billetera. Pero esto no quiere decir que el programa requiera ajustes: una cosa es ver 30 o 40 familias llorando por una deuda astronómica además de sueños frustrados; otra es ver a miles cada año.

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* Un recomendado, tiene algunos cálculos; no obstante hay muchas cosas con las que no estoy de acuerdo.
**Estefania Avella presenta en El Espectador información sobre el programa de la U de los Andes: 11% es la deserción de los becarios seleccionados "a mano" para evitarlo; la cifra de un programa con sólo un número en un examen como criterio será por el estilo si no mayor.