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martes, 26 de enero de 2010

Hayek vs. Keynes

Después de tanto hablar de crisis económica en los últimos dos años, vale la pena recordar algunos fundamentos teóricos. Es conocida la diferencia conceptual y teórica entre Hayek y Keynes: para el primero , las libertades individuales son importantes, y una intervención estatal no debería estar encaminada en estimular o desestimular la economía, sino en crear un conjunto de reglas, bajo el cual las decisiones libres cada persona lleven a  un resultado socialmente deseable. Para el segundo, una intervención activa del estado por medio de una política macroeconómica anticíclica es necesaria para regular y controlar los ciclos económicos.

Lord Keynes ganó en aceptación...

El siguiente video ilustra lo anterior de una manera bastante pedagógica:

VER VIDEO

¿Ustedes qué piensan? ¿Keynes o Hayek? ¿o de alguna manera, ambos? 
 

lunes, 25 de mayo de 2009

Instituciones o política macroeconómica



Con las discusiones en torno al orden económico y al papel fundamental de las instituciones en el funcionamiento de la economía, es bueno recordar que, sin un buen manejo, no vale que tan claras estén las reglas de juego, no vale ningún orden económico: sin un buen manejo se está condenado al desastre. 
Un estudio reciente de Peter Hendry y Conrad Miller (NBER) muestra que un buen manejo macroeconómico es fundamental para el crecimiento y el nivel de ingreso de largo plazo. Comparando a Barbados y Jamaica, dos países con instituciones similares antes de la independencia, muestran el siguiente gráfico, bastante sugestivo (si no se ve, es el logaritmo del pib per cápita para cada país): 


La diferencia está en política Macro más acertada de Barbados. El artículo está disponible aquí .

¿No creen que es un gran desafío a la economía del orden y a la visión de largo plazo del crecimiento económico?

domingo, 26 de abril de 2009

La lenta corrección

Si alguien no creyó en los argumentos de aquellos que comenzaron a hablar de fallas de mercado y externalidades, en estos momentos le bastaría subirse en la montaña rusa de la crisis financiera para darse cuenta de la magnitud de los problemas a los que pueden llevar las asimetrías de información y los problemas de agencia. Haciendo una afirmación positiva, y no de ataque a la economía de mercado, es un hecho que las fallas de mercado están presentes y deben ser corregidas.

En un mundo perfecto, sería deseable que hubiera una especie de “subastador paralelo”, un individuo omnisciente que, al estilo del subastador walrasiano, corrigiera al instante las fallas de mercado y siempre obtuviera los mejores resultados. Sin embargo, en nuestro mundo lejano al ideal, cuando los costos de negociar son altos, esta corrección le corresponde al gobierno.

Sí, al banco central le corresponde evitar la inflación y suavizar el ciclo económico. O al menos ese papel se le atribuye en la mayoría de economías desarrolladas, y está en duda si van a seguir cumpliendo este papel o si va a cambiar el paradigma. Pero, sea cual sea la misión que se le establezca a la autoridad monetaria de aquí en adelante, su labor está siempre maldita porque nunca parece poder reaccionar a tiempo.

En un reciente artículo, la revista “The Economist” señala al proceso político como el culpable de la lenta velocidad de reacción de la política económica. En español, y en la vida real, están estrechamente vinculados: es la interacción política el que determina la  asignación del presupuesto y el “orden económico” del que hemos venido hablando. Sería deseable que fueran, como en inglés, dos cosas totalmente diferentes: “politics” como un proceso marcado de irregularidades, propuestas vacías y soluciones lentas, y “policy” como un proceso ágil, técnico y oportuno.

¿Cómo hacer que la política económica sea más racional y rápida? ¿Qué soluciones se pueden proponer para hacer que la interacción de intereses individuales no impida que los “policymakers” hagan su trabajo? Pueden proponerse dos, pero lamentablemente, están en el campo de los impuestos óptimos: son bonitas en el papel, pero difíciles de aplicar. Una de ellas sería una completa escisión de la política económica y el proceso político. Lamentablemente, esto no es factible mientras estemos en un sistema democrático, y mientras los métodos de nuestra ciencia social sigan siendo tan limitados.

La otra solución, es una regulación del proceso político que facilite el surgimiento de políticas que mejoren el bienestar de todos. Desgraciadamente, los mecanismos del orden económico han fallado una y otra vez en consolidar este proceso, y la política no avanza hacia la transparencia. Pareciera que la sociedad, a través de la democracia y del sistema político, ha sido capaz de depurar las leyes que rigen a los pobladores, pero no ha sido capaz de depurar las leyes que rigen al sistema político mismo.

jueves, 9 de abril de 2009

Una reflexión sobre el multiplicador del gasto

Las recomendaciones de aumento del gasto público deben leerse con cautela

 

Como ahora está de moda escribir en Internet, y como el tema de moda es la crisis, vale la pena detenerse un momento a examinar una pregunta de interés: ¿Cuál es la magnitud del multiplicador del gasto?

De seguro todos los que tenemos la suerte (o la deshonra, a juicio de algunos) de haber estudiado algo de economía, no olvidamos aquella lección en la que nos dijeron: Un incremento en el gasto público lleva a un incremento más que proporcional en el producto interno bruto. Y tampoco olvidamos los ejemplos: La recuperación de Estados Unidos después de la gran depresión, mediante una política de gasto público que alcanza su cima en la segunda Guerra Mundial; la expansión de la economía alemana antes de la misma guerra mediante una política agresiva de gasto público, y la subsecuente aplicación de esta política mediante varios gobiernos.

Ahora, con la crisis resulta que todos somos keynesianos, y si alguien nos pregunta cual es una solución de corto plazo a la crisis, respondemos sin dudar: construyamos puentes, represas, gastemos sin consideración. No importa si el déficit fiscal no es sostenible, no importa si se produce un desplazamiento del sector privado, ahora hay que gastar para salir de la recesión.

Por convincente que parezcan los ejemplos, y por convincente que haya parecido el argumento en la clase de economía, hay que ser cuidadoso al aplicar la lección al momento de diseñar o recomendar política económica. No hay que olvidar que, si se usan mal, es fácil mentir con las matemáticas y afirmar que el multiplicador del gasto puede ser extraordinario,  o mentir con la estadística y decir que si my vecino tiene dos carros y yo no tengo, entonces ambos tenemos uno. Los economistas tenemos una tendencia a sobre simplificar las cosas, que nos puede llevar a conclusiones erróneas.

En un reciente artículo, Robert Barro cuestiona los cálculos del multiplicador del gasto, afirmando que no hay razón alguna para que el equipo económico del presidente Obama trabaje con un multiplicador de 1.5, si al estimar el multiplicador del gasto militar para los últimos episodios de guerra de los Estados Unidos, este multiplicador es de 0.8. Y hay menos razón para que se trabaje con esta cifra si, cuando el autor estima el multiplicador del gasto para tiempos de paz, obtiene un número estadísticamente no significativo.

Otro estudio reciente, citado por Gregory Mankiw y hecho por David y Cristina Romer estima que el multiplicador asociado a una reducción de impuestos es aproximadamente de 3. La conclusión de Mankiw es  you need to go beyond the standard Keynesian model to understand the short-run effects of fiscal policy.

 Si el multiplicador del recorte de impuestos es mayor que el del gasto fiscal, tiene mucho sentido que el gobierno Colombiano presente un presupuesto austero para el 2009, y que, aparte del subsidio a la construcción, se enfoque más en acelerar la ejecución del gasto retrasado que en generar nuevo gasto público. A su vez, tiene muy poco sentido que el único rubro que solicita más gasto sea precisamente el militar, que  no se haga un cambio fuerte en la estructura tributaria encaminado a estimular el consumo, y que se mantenga alto el precio del combustible. Es momento de bajar el IVA, de hacer reducciones de impuestos, y de ser cuidadosos al momento de ejecutar nuevo gasto público, sin tener en la mente que todo nuevo gasto debe ser aprobado.

Los economistas estamos equipados con una asombrosa cantidad de herramientas para examinar los efectos de las políticas públicas. Casarse con una única doctrina, con un solo modelo, es, más que desaprovechamiento, ignorancia. Tenemos suerte al estar en un debate permanente, que puede abrirnos los ojos para ver más claramente los problemas y tomar mejores decisiones.